Comenzamos a observar el modo de andar, caminar y correr de nuestros hijos. Vemos como juegan con sus compañeros u otros niños. Comprobamos el desgaste de sus zapatos y la relación de su tipo de pie con las actividades físicas diarias que desarrollan… Nos preguntamos si no tropiezan con demasiada frecuencia, si tienden a caminar de puntillas o presionando en exceso el talón…
En la marcha de un niño nos debemos fijar, a grandes rasgos, en las llamadas variaciones rotacionales: expresadas, por ejemplo, en que camine apuntando con sus pies hacia fuera o hacia dentro, variaciones planares: el que las piernas tengan forma de paréntesis con las rodillas separadas o en X con ellas juntas y en las variaciones que atañen a la forma del pie: exceso o falta de puente, desviación o no del talón, etc.
En absoluto. Cuando hablamos de variaciones nos referimos a sucesivos cambios dentro de la normalidad del crecimiento. Lo importante aquí es comprender que, todo desarrollo madurativo precisa de una sucesión de etapas y que, en la gran mayoría de los niños, éstas se suceden con normalidad. Por ello es importante no comparar unos niños con otros, cada uno tiene su propio ritmo de maduración y saber, aconsejados por el profesional podólogo, que estas etapas se suceden normalmente o precisan de apoyo en un determinado momento.
Se trata de una variación rotacional. Las causas pueden ser variadas, con origen en pie, tibia o fémur. Es conveniente saber que los niños tienen, por ejemplo, una rotación interna mayor en tibia y fémur que los adultos y que esta condición suele normalizarse hacia los 10 años de edad. Por tanto, es conveniente revisar sus pies en la infancia y comprobar que sus hábitos posturales y de calzado son los correctos en esta etapa.
Se trata de una variación en el plano frontal. Si observamos las piernas de un niño desde que comienza a caminar hasta los 2 años, lo normal es que tomen un aspecto en forma de paréntesis. Desde los 2 a los 4 años lo normal es que las rodillas tiendan a juntarse en X y desde esta edad hasta los 7-9 años que tiendan a alinearse. Es importante ver si estas etapas se van cumpliendo para lograr, al final de ellas, que la transmisión de carga desde cadera a tobillo pase centrada por la rodilla.
Se trata de una variación en el plano transverso. Entre los 4 y los 7 años el arco del pie del niño se va expresando. Esto quiere decir que se hace evidente, que lo notamos. Antes existía pero se encontraba oculto por el tejido adiposo de la planta. Su forma, capacidad de amortiguación, longitud y altura tiene también, condicionantes genético-hereditarios aparte, sus tiempos de evolución y han de ser vigilados para lograr la mejor estructura posible de cara a la etapa adulta.
Las plantillas permiten alineaciones y en ocasiones correcciones. Ayudan a compensar y a que determinadas estructuras funcionen mejor. Por ejemplo, hay niños con pie aplanado que no tienen molestias, pero otros se cansan fácilmente, tienen problemas en el arco o dolores en sus tobillos. En otros casos el aplanamiento de la bóveda es distinto en cada pie o las huellas no son simétricas. En estas situaciones es importante alinear, compensar y hacer que el conjunto pie, tobillo, pierna, extremidad inferior funcione en la mejor posición posible.
Las revisiones por actividades extraescolares deportivas pueden incluirse en la revisión podológica general de los 6-7 años. Son edades en que la actividad deportiva extraescolar comienza a implantarse y, aunque muchas veces no este definido un deporte concreto, si que es bueno conocer la relación entre pie y deporte practicado, así como los tipos de calzado deportivo que nos pueden ayudar a un mejor desarrollo y maduración de la extremidad inferior.
No es raro que un mal corte de uñas, un calzado en conflicto con la lámina ungueal, la excesiva sudoración del pie, que reblandece los tejidos periungueales, o traumatismos más o menos repetidos o directos que la afecten, favorezcan el desarrollo de la llamada uña encarnada u onicocriptosis. El cuadro comienza con un dolor leve, que va en aumento a medida que la uña crece y se clava, pudiendo derivar en una infección franca. En cualquiera de estas etapas es conveniente acudir al podólogo, tanto para tratar la situación inflamatoria-dolorosa, como para retirar la porción de uña clavada, reconducir la uña o remodelarla evitando futuros problemas.
Los hongos en la piel y en las uñas, así como las verrugas plantares, los conocidos popularmente como papilomas, son un motivo frecuente de atención en consulta. La causa de los “papilomas” es vírica y conviene diferenciarlos de otras lesiones de la piel como los helomas, tanto simples como neurovasculares. El “pie de atleta” responde a una infección por hongos con localización en la piel, en tanto que la onicomicosis radica en las uñas.