Las “Chuck Taylor All Star”, del fabricante estadounidense Converse, son un claro ejemplo de cómo, un calzado, inicialmente pensado para uso deportivo, puede llegar a convertirse en todo un icono de moda. Nacidas a principios del siglo pasado, tienen su origen en una empresa fundada en 1908, en la pequeña localidad de Malden (Massachusetts), por un fabricante de calzado llamado Marquis Mills Converse.
Centrado en la fabricación de calzado de caucho impermeable adaptado al rigor de los inviernos de Nueva Inglaterra, Converse no comenzaría a producir deportivas hasta 1915 en que decidió sumar, a la calidad de sus suelas de goma, un cuerpo textil tejido en lona. Así nació un calzado cómodo y ligero que, en 1917, se llamó “Converse All-Star Basketball”. Sin embargo, no fue hasta 1923, con la incorporación a la empresa del jugador Charles H. “Chuck” Taylor, que el modelo adquiere proyección nacional.
Entre sus virtudes destacaban el uso de un tejido de lona que, hecho en algodón con una trama de punto ancha, reducía la aparición de ampollas durante los partidos. También su inconfundible puntera de goma, que protegía los dedos en el transcurso de los lances del juego, así como una gruesa suela del mismo material, heredera de los primeros calzados invernales diseñados por la firma. Como curiosidad, señalar que el parche circular, situado en la zona interna del tobillo en el modelo original, pretendía proteger dicha zona de roces y llevó, a partir de 1932, escrito el nombre de Chuck Taylor en honor a quien hizo tanto por promocionar el baloncesto en general y la marca en particular, entre la juventud y los estudiantes norteamericanos.
Calzado oficial del equipo estadounidense ganador de la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, Converse, a instancias de Chuck, realizó para la ocasión la que puede entenderse como versión final del modelo “All-Star Basketball”. Fabricadas en lona blanca, incorporaban en el lateral de su suela, también blanca, una línea roja y una azul rememorando los colores de la bandera nacional. De este icono se han vendido, en todo el mundo, 270.000 unidades al día en sus distintas versiones.
Desde un punto de vista biomecánico, las Converse están superadas por otros modelos para la práctica deportiva y como todo “calzado sujeto a tendencia” o “trendy shoe”, su uso debería ser ocasional, sopesando lo que nos aportan como imagen en el plano personal y lo que nuestro pie requiere por morfología o actividad. No aptas para caminatas largas, se diseñaron para facilitar el agarre, la flexibilidad y la capacidad torsional que debe tener el calzado de baloncesto, carecen de un contrafuerte estable o un arco interno definido. Por otro lado, una de sus grandes virtudes en la cancha, su puntera redondeada de goma, puede entrar en conflicto con la lámina ungueal en sujetos que presenten elevada flexión dorsal de la articulación metatarsofalángica del primer dedo, pudiendo producirse el despegue de la misma o la formación de hematomas subungueales tras microtrumatismos continuados de repetición.
Cómodas y ligeras, constituyen un claro ejemplo de un calzado que, superada su etapa deportiva, ha pasado a ser un complemento de moda cuyo uso debe realizarse teniendo en cuenta nuestra arquitectura podal, la actividad que vamos a desarrollar y la imagen que queramos transmitir.
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